Voy a las cocinas sin que nadie me vea.
Meto en una mochila varios medicamentos y vendas. En tres cajas meto carne y
comida en lata, con otro lote de medicinas y vendas.
El estómago se me encogió cuando vi en
las noticias el ataque de los mutos en el distrito 12. Mi abuelo sonreía
satisfecho mientras desayunaba sus copos de avena sin azúcar. Dejé los míos a
medio terminar y fui a mi habitación. La rabia y la impotencia salían de mí a
borbotones. Rompí todo lo que había a mi alrededor.
Cierro la mochila y cojo un carrito para
transportar las cajas.
-¿A dónde piensas ir con todo eso? -Dice
alguien por detrás. Me giro y veo a un agente de la paz. “Mierda” pienso.
-Tranquila, puedes confiar en mí. -Se
quita el casco dejando su melena pelirroja al descubierto.- No pienso contárselo
a nadie.
-Al… al distrito 12… -Susurro.
-Bien, deja que te ayude. -Sin dejarme
decir nada mas coge el carrito y va a la salida.- El próximo tren sale dentro
de quince minutos. Démonos prisa. -Sonríe. Asiento y le sigo. Nos montamos en
una furgoneta y vamos a la estación.
Cuando llegamos, veo al agente hablar
con el maquinista. Parece que es un avox por la forma en la que gesticula.
Mientras voy metiendo las cajas en una despensa. Me subo al tren.
-Le he dicho al maquinista que te ayude
a descargarlo todo cuando llegues al doce. -Dice el agente desde el andén.-
Espero que tengas suerte.
-Gracias.-sonrío un poco. El tren se
pone en marcha.- ¡Espera! ¿Cómo te llamas? -Digo mientras la máquina avanza.
-Darius… -Grita el agente.- Me llamo
Darius… -Repite antes de desaparecer por una esquina…
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