miércoles, 6 de marzo de 2013

Rose

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-Abuelo, ¿puedo preguntarte una cosa?

-Adelante

-¿Puedo... puedo participar yo en estos Juegos?-trago saliva.- Pienso que... no me parece justo que los niños de los distritos mueran de esa forma tan cruel mientras que los del Capitolio miran.

-Rose, la respuesta es no. Sabes qué pasó en los Días Oscuros... y en la Segunda Guerra. Ellos se rebelaron contra mí. Yo los perdono, pero la libertad tiene siempre un precio.

-Entiendo...-digo mirando al suelo.- Bueno, me tengo que ir ya abuelo. Nos vemos para la cena.

-Adiós Rose.

Salgo del despacho y voy al jardín. Me gusta pasear entre los sauces que decoran la orilla del camino principal. Me subo a mi preferido y miro a la ciudad. Todo el mundo charla animadamente comentando los próximos Juegos, beben y ríen despreocupadamente... como si nada hubiera pasado... como si la Segunda Guerra no hubiera ocurrido nunca.

Suspiro. Si hubiera una forma de sacarlos de la Arena. En el laboratorio tengo varias armas y venenos para que los usen los tributos. También provisiones y agua. Si mueren, que no sean deshidratados o hambrientos.

Observo los voluminosos trajes de la gente. Son personas sin personalidad, vacías por dentro. Lo único que quieren es consumir y quedar bien en la sociedad. Parecen marionetas de plástico, manejadas por mi abuelo. Suspiro de nuevo y apoyo la cabeza en el tronco.

En mis veinte años de vida, sólo he conocido el lujo y la comodidad. Pero todo eso me aprisiona. Es como si estuviera en una jaula de oro. No quiero seguir así. Deseo ser libre, actuar como las personas normales, y no me refiero a las del Capitolio.

Todos los días, el sentimiento de impotencia es fuerte. En mis escapadas al bosque que se encuentra en los distritos, veo a toda esa gente muriendo de hambre, cuando en el Capitolio hay recursos para abastecer por duplicado a todos ellos. Si hubiera una forma de poder llevarles una hogaza de pan o medicinas... Pero mi abuelo lo tiene prohibido con pena de muerte. Mientras él se asfixia con el poder y la riqueza, su pueblo muere de hambre poco a poco...

Veo el atardecer tras las montañas que rodean la ciudad. Bajo del sauce y camino con las manos en los bolsillos a la Residencia. Un avox se aproxima a mí y me entrega una nota.

“Te quiero en el despacho para un asunto urgente. C. Snow”

-Gracias.- le digo a la avox. Hace una reverencia temblando un poco y se marcha. En sus ojos puedo ver el miedo que tiene hacia mi abuelo. Todos son iguales...

Llego al despacho por segunda vez. Mi abuelo me espera en una mesa con varios manjares.

-Vamos a cenar Rose.-dice invitándome a sentar.

-Pero... Si, son las ocho abuelo... -Replico.

-Yo tengo hambre.-dice borde.-Si no quieres cenar, te vas a dormir sin probar bocado.

Me encojo de hombros y me siento delante de ella. Sonríe triunfal y se coloca mejor la rosa que tiene en el dobladillo de la chaqueta. Odio esas rosas. Tienen un olor dulzón que hace que se me revuelva el estómago. Me fijo en que la mesa también hay unas cuantas de distintos colores.

-Vamos a ver que hay hoy en la televisión.-dice mi abuelo sonriente. Me huelo a que algo va a pasar. No suele estar así de contento cuando estamos juntos.

Las dudas se me disipan al ver la pantalla. Hoy van a elegir a los tributos de los 76 Juegos del Hambre.

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Vuelvo a mi habitación con el estómago cerrado. Al parecer, mi abuelo ha cambiado las normas sobre cómo elegir a los tributos. Ya no se hacen por sorteo sino por votación del pueblo... para que sufran más...
En mi mente repaso las distintas caras de los tributos. Algunos ya han participado en otros Juegos. Otros son nuevos. Los amantes trágicos del distrito 12 participan junto a su hija. Cuando lo anunciaron, mi abuelo asintió sonriendo ampliamente. Yo tenía el corazón helado al ver que él volvía a participar en los Juegos...

Cuando vi la cosecha donde los eligieron como tributos, admiré su valor y confianza e intenté ayudarles cómo podía. Cuando eligieron al chico, Peeta, algo nuevo floreció en mí y fue aumentando a medida que los Juegos discurrían. ¿Me había enamorado? Posiblemente. Me llevé una pequeña decepción al enterarme que estaba con Katniss sin aparentar ante las cámaras. Dese aquel día, cerré mi corazón bajo llave y nadie más entraría de esa forma en él.

Como me esperaba, Katniss y Peeta ganaron, desafiando al Capitolio y a mi abuelo. Eso le enfureció. Recuerdo estar en mi habitación y escuchar golpes y gritos por parte de éste en la Residencia. No pude evitar sonreír satisfactoriamente y estar de buen humor.

Ahora vuelven de nuevo, sin antes pasar por el Vasallaje de los Veinticinco. Las cosas cambiaron mucho desde entonces... Se endurecieron las reglas de los Juegos y cualquier persona que presentara cualquier detalle mínimo de rebeldía era condenada a la horca.


Me acuesto en la cama con todos esos pensamientos. La imagen del chico del 12 saliendo de nuevo no desaparece de mi mente. Me entrego poco a poco a los brazos de Morfeo, acompañada de pesadillas.


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