viernes, 18 de abril de 2014

SEN

Reflexiones:


Necesitaba apartarme del mundo, al menos por un tiempo. No, no creo que lo que le he hecho a todas esas personas que dejo atrás estuviera bien, peor esta irme sin arreglarlo, o haber tratado a Jamie de esa manera.

De Beetee... no entiendo que siento por él, la verdad, no me he parado a pensarlo, sé que realmente he estado enamorado de él, no lo niego ni negaré, pero ahora no es amor lo que siento hacia él, es una mezcla de asco y odio a la que sería mejor llamar rencor. Rencor por algo que realmente he hecho yo, que me he imaginado yo, y no creo que merezca mi desprecio, pero es más fácil culpar que disculpar...

Jamie... le he utilizado como a un puto trapo, para que engañarnos, le usé para olvidar a Beetee, el me quería y lo notaba, pero al parecer me he vuelto un hipócrita, y realmente sí que siento lo que le he hecho. No debía haberle hablado de esa manera cuando vino dispuesto a poner la otra mejilla, a perdonar al gilipollas que se lio con otro en la puerta de su casa. Y no, le traté fatal y, prácticamente, le eche a patadas de mi casa haciéndole devolver la llave. No estuvo nada bien.

Jack, sigo sin comprender por qué le repugno, cuando al conocerle realmente no me pareció mala persona, quizá si algo egocéntrico y egoísta, pero no soy quien para juzgarle. He dejado de lado a todos los que un día me quisieron y estuvieron ahí, y, sin embargo, pienso que es su culpa cuando fui yo quien huyó de los problemas en vez de enfrentarlos, ¿no se considera eso el suicidio? Si es así estoy muerto en vida.

A Eli la culpé de no venir a verme, cuando es de las que más ha hecho por mí, a Rose lo mismo, y sin embargo, al menos por mi parte, todo sentimiento de cercanía ha sido anulado.

Recuerdo a Cash dejando a su hija en mi casa (Fue Beetee quien terminó cuidándola) para irse a nosedonde. Y sin embargo hoy en día no sé nada de ella.

Pollo, le conocí, creo, antes que a Jack, no sé cuando empecé a sentir algo por él. Sé que ha sido buen compañero de fatigas y de más cosas, pero, como siempre, la cagué con el... ¿Hago algo bien? Sigo creyendo que nada.


Por otra parte a raíz de todo esto que creé yo solo en mi mente entré en una espiral depresiva de la que no puedo salir. Busqué ayuda en alcohol, cuando no hacia efecto en drogas, y cuando tampoco en cualquier objeto cortante, intentando alejar todo aquello que verdaderamente debía afrontar. Y llegas a un punto en el que es imposible afrontar todo lo que ha ido creando un muro frente a ti, separándote de los tuyos, de la felicidad... Pero hay algo que te impulsa a seguir, a construir un mazo con simples motas de polvo y derruirlo, pero ni puedes solo, porque lo has construido tú y lo has hecho con odio y rencor, entonces le pides ayuda a alguien del otro lado y ellos, si aún recuerdan algo bueno en ti, te ayudan. Pero claro, no sirve de nada si cada mazada que dan la tapizas con más odio, porque nunca pasarás al otro lado y esos que seguían luchando te dejaran, esta vez de verdad, solo.

martes, 22 de octubre de 2013

El mejor día de su vida.

Elizabeth era una pequeña niña de ocho años pelirroja y con pecas, de ojos azules y algo alta para su edad. Vivía en la Veta, en el distrito 12, junto a su madre que también era pelirroja igual que ella. No era una chica como las que había por allí, su madre y ella eran distintas a todas las demás personas que había visto por el momento y siempre se había preguntado por qué era diferente pero su madre no respondía nunca a su pregunta.

Un día de invierno mientras jugaba con un trapo anudado que hacía como de muñeca en la cama que compartía con su madre escuchó a su madre gritar tras abrirse la puerta fuertemente. Ella corrió a ver qué pasaba y vio que había dos agentes de la paz aguantando a su madre.

-¡Mamá! –es lo único que pudo decir antes de que otro agente la agarrara a ella de los brazos.

-¡Suelte a mi hija! Ella no tiene nada que ver…-dijo mientras lloraba- Por favor…-a empujones la sacaron de su casa sin poder decir nada más.

El agente la soltó con brusquedad mientras salía a grandes zancadas de su casa.

Desolada, Elisa lloraba asustada, se habían llevado a su madre no sabía a donde unos agentes que ella no acostumbraba a ver por el distrito.  Como pudo se levantó y se secó las lágrimas que le caían por las mejillas, se iba a ir tras ellos pero antes de que pudiera vio a otro agente de la paz entrar en su casa, retrocedió más asustada hasta la pared y el agente al ver lo asustada que estaba se quitó el casco dejando ver su rostro.

-Elisa soy yo…-alargó la mano el hombre para que la cogiera y se acercara. Era un hombre de unos treinta años, con los de color gris y el pelo de color negro.- Confía en mí, te voy a llevar a un sitio seguro…

Elisa se acercó al hombre corriendo y se abrazó a él llorando- Mi madre...-dijo como pudo la pequeña.

-Lo sé, Elisa...órdenes de Snow...-El hombre la abrazó y la cogió en brazos.

-Le odio....odio a Snow y a toda su familia...-Hundió la cara en el cuello del hombre aún llorando.

El agente sin decir nada más la sacó de allí cogiéndola en brazos y tras salir de la casa avanzaron poco a poco por la calle en la cual había muchos vecinos suyos mirando la escena.

La pequeña aún llorando se quedó dormida en brazos de ese agente al que llamaba amigo...

lunes, 8 de abril de 2013

Adolescencia de Rose



-No quiero ir a esas estúpidas clases. -La chica se esconde bajo la mantas.

-Vamos, sabes que tienes que ir a las clases de protocolo todos los días, señorita Snow. Son órdenes de tu abuelo. -Dice una mujer. La joven resopla y se levanta refunfuñando.- Recuerda que hoy hacéis una prueba. Si la pasáis, vuestro abuelo os deja ir a la fiesta que hay esta noche...

-Es verdad... -Se mete en el baño y se viste.- No puedo perdérmela, es el día de la cosecha. ¿Quién saldrá elegido?. -Pregunta mientras se peina.

-No lo se querida... -Dice la mujer triste.- A tu madre no le gustaba los Juegos. -Susurra.

-¿Quién?. -Dice Rose desde el espejo.

-Nadie, señorita Snow. Apúrese que llega tarde.

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-¡¿Cómo?!. -Dice Rose enfadada.

-No ha superado la prueba, señorita Snow. -Dice una mujer mayor.- Mascar chicle mientras habla. Está prohibido en el protocolo.

-A la mierda el protocolo. -Dice enfadada.- Por culpa de esto no podré salir esta noche. -Se va pegando un portazo. Pasea por los pasillos con los puños cerrados. Llega al despacho de su abuelo y entra sin llamar.

-¿Por qué tengo que dar esa mierda de protocolo?

-Has suspendido la prueba ¿verdad?. -Dice Snow mirando los papeles.- Pues ya sabes lo que conlleva eso señorita. Esta noche a la cama a las 9.

-No es justo. -Se cruza de brazos.- Estoy cansada de todo esto, quiero salir y conocer gente...

-Lo harás cuando te comportes como la futura presidenta de Panem. -La mira por un momento.- Y ahora si me disculpas... Estoy ocupado.

-Pero...

-Sin rechistar, niña. -Dice serio. Rose se inclina un poco y sale de allí. Se le ha ocurrido una idea...

Esa misma noche...

Atraviesa el camino de sauces hasta la verja. Cerrada. Empieza a escalar y salta al otro lado. Se asegura de que no hay guardias y sale de la Residencia.

Camina por las calles buscando el centro del Capitolio. Allí hay varia gente congregada.

-¡Rose!. -La llaman

-¡Sara!. -Se acerca al grupo de chicas que hay junto a un bar.- Al final he podido venir. -Sonrío.

-Me alegro muchísimo. -Dice su amiga. Se da cuenta de que las demás cuchichean.- Ven, vamos a tomar algo. ¿qué quieres?

-Me apetece un refresco. -Dice inocentemente. El grupo se le queda mirando con malicia.

-Pues un refresco. -Dice su amiga. Va a la barra y pide. Cuando vuelve, la joven da un sorbo. Sabe algo raro. Le resta importancia y van a la pista de baile. Allí se suelta y deja que la música fluya en ella.

-Hola... -Dice una voz a sus espaldas. Se gira y ve a un chico alto, moreno y ojos verdes.- Me llamo Jhon. ¿Y tú?

-Ro...Rose... -Dice, nerviosa.- Encantada. -Sonríe.

-¿Quieres bailar?. -Le tiende la mano.

-Claro, claro. -Susurra.- Eh.. espera, que voy a por otro... -Señala el vaso vacío. Va a la barra y pide otro refresco. Vuelve a donde está Jhon y empieza a bailar con él. Nota un siento rubor en las mejillas y está mas... ¿alegre? Bebe de la copa.

De repente, nota que el chaval se acerca a su cuello y lo besa. Un escalofrío atraviesa su espalda y sigue bailando. La coge de la cintura y la atrae hacia él.

-Eres muy guapa Rose. -Susurra. Asiente algo asustada.

-Gracias... -Sonríe.- Tu tampoco estás...mal -Intenta separarme un poco pero la aprieta mas junto a él.- Yo... esto... debería de volver con mis amigas. -Las busca por el local pero no están.

-Puedo acompañarte a casa si quieres... -Le dice con una sonrisa.

-No, gracias, me se el camino sola. -Se remueve pero cada vez la sujeta mas fuerte. Todo le da vueltas.

De repente la lleva junto a una pared del local y la besa con lascivia. Ella se sorprende e intenta apartarlo.

-No por favor... -Dice.

-Vamos... Sólo será esta noche... -Susurra el chico en su oído. Rose se asusta aún más y le vacía el contenido de la copa en la cabeza. El joven se aparta.

-Pero qué coño...

-Lo siento, pero no soy una más de tu lista. -Dice enfadada. Le pega un bofetón y sale del local.

Camina por las calles solitarias del Capitolio casi corriendo. Llega a la verja de la Residencia y la salta. Entra a su habitación por la ventana y se acurruca entre las sábanas. El corazón late a mil por hora.

-Nunca más... -Susurra antes de quedarse dormida.


Infancia de Rose



Una niña pelirroja se acerca a su madre enseñándole un pequeño pájaro herido.

-Mamá, mamá mira. -Le enseña la criaturilla.- Creo que tiene el ala rota.

-Tranquila pequeña... -Le dice su madre, sonriente.- Lo llevaremos a los curanderos para ver lo que pueden hacer con él -La mujer se levanta y conduce a la niña al interior de la Residencia.

-¿Crees que podrá volar de nuevo? -Pregunta la pequeña.

-Claro que si, Rose. No te preocupes. -Llegan a la enfermería. La madre coge el pajarillo con cuidado y se lo da a uno de los curanderos. Éste se inclina y se marcha con el animal.- Luego volveremos para ver cómo está nuestro amiguito. -Salen de la enfermería. Un agente las retiene por el camino.

-Señora Snow, su padre quiere verla. -Dice inclinándose.

-De acuerdo, dile que ya voy. -Le da un beso a la niña.- Volveré luego. -Sonríe y acompaña al agente. La niña observa cómo su madre se aleja.

-¿Y ahora a que puedo jugar? -Suspira. Corretea por los pasillos buscando algo con qué entretenerse.

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De repente, se topa con una enorme puerta. La abre despacio y descubre una gran biblioteca.

-Vaya... -Susurra admirando las estanterías llenas de libros. Coge uno al azar y lo abre. Hay varias ilustraciones de plantas y animales. Se sienta en una alfombra y observa las ilustraciones absorta.

El sonido de unas voces al otro lado de la puerta del fondo la saca de sus ensoñaciones. Se acerca despacio y pega la oreja.

-¿Otro ataque? Padre te dije que dejaras al pueblo en paz. -Escucha la voz de su madre.

-Yo con mi pueblo hago lo que vea correcto. Ha habido un levantamiento. -Se estremece al escuchar la voz de su abuelo.

-¿Robar un trozo de pan es un levantamiento? Estoy cansada de que los trates así. Por mi te mataría ahora mismo.

-¿A si? ¿Y qué piensas hacer?

-No lo sé padre. Pero he perdido la paciencia. -Silencio.- Que sepas que no te saldrás con la tuya...

-Claro que sí. Yo siempre gano.-se escucha varios pasos de agentes.- Llevárosla. Encerradla en la celda más profunda que haya. Pensaré un castigo por rebeldía.

-¡No! -Grita la mujer.- ¿Y mi hija? Como le toques un pelo...

-Tu hija estará bien. La educaré a mi manera y el día de mañana gobernará sobre Panem como he hecho yo. Todo rastro de bondad que haya en ella desaparecerá. Será a mi imagen y semejanza. -Ríe.- Llevárosla.

La pequeña se queda de piedra. No ha entendido nada de lo que han dicho pero sabe que su madre está en peligro. Escucha pasos acercándose a la puerta y sale corriendo de allí.

-Rose, ¿qué haces aquí? -Dice la voz de Snow a sus espaldas.

-Yo... Estaba leyendo. -Señala el libro que hace un momento acaba de coger.- Ya me iba... -Mira cómo su abuelo recoge el libro del suelo.

-Vamos a leerlo juntos. -Dice autoritario.

-Pero...

-Sin rechistar. -Se sienta en uno de los sillones. Se acerca a él y se sienta a su lado.- ¿Sabes leer niña? -La pequeña niega con la cabeza.- Bien, comencemos pues.

Varios meses después...

Todos están de luto. Una pequeña figura se acerca al ataúd abierto. Contempla a la mujer que yace en él. Le da un beso en la mejilla.

-Adiós mamá. -Dice con los ojos hinchados.- Siempre te llevaré aquí. -Señala su pecho. Deposita una rosa blanca entre sus manos. Un agente la guía para que vuelva a sus aposentos.

Cuando llega a su habitación, se tira en la cama y rompe a llorar en su peluche favorito. Una mujer que nunca habla se acerca a ella y le ofrece una bandeja con chocolate humeante y pasteles. Rose niega y sigue llorando. Cuando no le quedan lágrimas, se sienta en la cama pensativa. “Estoy sola” piensa “Bueno, al menos me queda mi abuelo”

Con ese pensamiento se levanta y va al despacho. Llama.

-Adelante. -Dice una voz neutra.

-¿Abuelo? -La niña se seca las lágrimas al entrar. Se acerca al presidente y le abraza.- ¿Por qué ha muerto? ¿Por qué me ha abandonado?

-En algún momento, todos deben de morir. -Dice el dictador sin cambiar el tono de voz.- Tu madre murió en un accidente. Eso no se puede evitar Rose... -Sigue ojeando los papeles. La niña se separa y asiente.

-Menos mal que te tengo aquí... -Dice.- A ella no la olvidaré nunca. -Mira al suelo. Snow sonríe de lado y llama a un agente que le pone cloroformo en la boca. La pequeña cae al suelo dormida.


-Eso ya lo veremos Rose. No quiero que recuerdes a unos padres que traicionaron Panem. -Ríe.-Llevadla a la sala e inyectarle el veneno. Quiero que borréis únicamente sus recuerdos. Como os paséis, os lanzo a los mutos. -Dice autoritario. Los agentes asienten asustados y se llevan a la pequeña a volandas.

Estoy sola... Bueno al menos me queda mi abuelo...

Ataque de los mutos II


A los veinte minutos llego al distrito doce. Bajo del tren y voy al vagón de cargas. El maquinista me ayuda a bajar las cajas con alimento y medicinas. Vamos hacia el portón. Los guardias nos observan. Me pongo la capucha para evitar que me reconozcan.
                
-¿Que desean? -Preguntan

-Venimos por un pedido de la carnicería. -Digo con voz ronca.- Nos han encargado varias cajas de carne fresca venida del Capitolio. -Veo por el rabillo del ojo cómo el guarda me escruta con la mirada. El otro vigilante mira unos papeles y asiente.

-Adelante. -Nos dice. Entramos y vamos a la plaza del pueblo. Puedo observar horrorizada a la gente desnutrida y con varias heridas. Por las ranuras de las casas puedo ver cómo los niños miran al exterior aterrorizados. Suspiro y sigo avanzando.

En la plaza del pueblo vamos a una vieja tienda abandonada. Entramos y coloco las cajas en el suelo con la ayuda del maquinista.

-Avisa a la gente del distrito. -Digo.- Y llama a algún curandero y cocineros. -Él asiente y se va.

Coloco en una mesa las medicinas y limpio un poco el lugar. Al rato, una señora mayor entra acompañada de otra un poco más joven.

-Hola. Me llamo Sae y esta es la señora Everdeen. -Me dicen. Inclino un poco la cabeza a modo de saludo.- Venimos a ayudarte. -Se acercan y se quedan asombradas al ver tanta comida y medicinas.

-Gracias. -Digo. Me coloco bien la capucha y ayudo a Sae a cortar la carne. La gente empieza a entrar. Casi todos están desnutridos o heridos. Sae prepara un guiso y lo va sirviendo en cuencos. Yo voy entregándoselo a los ciudadanos. Mientras, la señora Everdeen cura a los heridos más graves.

El local se va llenando. El maquinista está en la puerta vigilando por si a un agente le da por meter las narices allí. Me reconforta ver a los niños felices comiendo aquel exquisito plato.

Cuando casi todos están servidos, me acerco a la señora Everdeen para ayudarla. Por el camino, varias personas me dan las gracias, a las que respondo con una leve inclinación. Los niños me abrazan y piden que juegue con ellos.

De repente, debido a la cálida acogida de los niños, se me cae la capucha. El silencio reina en el local al instante. Todos me miran asustados y empiezan a retroceder.

-Es ella... Su nieta

-Puede habernos envenenado...

-Snow se enterará de esto...

Oigo los cuchicheos. Me quito la capa y la tiro al suelo.

-¡Esperad! -Digo.- No tenéis por qué tenerme miedo. Me enteré del ataque de los mutos y he venido a ayudaros. Por favor, confiad en mí. Si quisiera envenenaros, bastaría con una simple orden.-digo seria. Los habitantes me observan desconfiados. Suspiro y miro al suelo.- Sé el daño que hace mi abuelo a su pueblo. Intento no permitirlo, pero no tengo ni voz ni voto en esto. La única forma en que puedo ayudar es escapando de la Residencia y venir aquí. Por favor... No os dejéis llevar por los prejuicios. -Vuelvo a mirar a la gente. Algunos se acercan y siguen comiendo. Poco a poco, el ambiente vuelve a la normalidad. La tensión desaparece.

-No eres igual que tu abuelo. -Me dice Sae.- Serás una buena gobernante cuando llegue la hora. -Le sonrío y la ayudo a preparar más estofado.

-Gracias. Yo sólo quiero ayudar a mi pueblo.

La señora Everdeen se acerca y me abraza sin decir nada.- Siempre serás bien recibida hija. -Me dice.

Asiento y miro el reloj.- He de volver. -Les digo a las dos.- El hombre que me ha acompañado os ayudará con todo. -Me despido de todos y salgo. Me coloco la capucha y me voy del distrito al bosque. Llamo a Séneca.

-¿Se puede saber dónde te has metido? -Me pregunta.

-Estoy en... el doce. -Le digo.- ¿Puedes venir a recogerme?

Oigo cómo suspira.-De acuerdo, en breves estaré allí.-cuelga. Sonrío y me siento en un peñón a esperarlo. Espero que mi abuelo no se haya dado cuenta de esto...

miércoles, 27 de marzo de 2013

Ataque de los mutos I

Voy a las cocinas sin que nadie me vea. Meto en una mochila varios medicamentos y vendas. En tres cajas meto carne y comida en lata, con otro lote de medicinas y vendas.

El estómago se me encogió cuando vi en las noticias el ataque de los mutos en el distrito 12. Mi abuelo sonreía satisfecho mientras desayunaba sus copos de avena sin azúcar. Dejé los míos a medio terminar y fui a mi habitación. La rabia y la impotencia salían de mí a borbotones. Rompí todo lo que había a mi alrededor.

Cierro la mochila y cojo un carrito para transportar las cajas.

-¿A dónde piensas ir con todo eso? -Dice alguien por detrás. Me giro y veo a un agente de la paz. “Mierda” pienso.

-Tranquila, puedes confiar en mí. -Se quita el casco dejando su melena pelirroja al descubierto.- No pienso contárselo a nadie.

-Al… al distrito 12… -Susurro.

-Bien, deja que te ayude. -Sin dejarme decir nada mas coge el carrito y va a la salida.- El próximo tren sale dentro de quince minutos. Démonos prisa. -Sonríe. Asiento y le sigo. Nos montamos en una furgoneta y vamos a la estación.

Cuando llegamos, veo al agente hablar con el maquinista. Parece que es un avox por la forma en la que gesticula. Mientras voy metiendo las cajas en una despensa. Me subo al tren.

-Le he dicho al maquinista que te ayude a descargarlo todo cuando llegues al doce. -Dice el agente desde el andén.- Espero que tengas suerte.

-Gracias.-sonrío un poco. El tren se pone en marcha.- ¡Espera! ¿Cómo te llamas? -Digo mientras la máquina avanza.

-Darius… -Grita el agente.- Me llamo Darius… -Repite antes de desaparecer por una esquina…

miércoles, 20 de marzo de 2013

Katniss III

Me quedo mirándolo, la verdad no pega nada que esté aquí. ¿Estará de paso? Detrás de ella veo a alguien que hace que mis entrañas se retuerzan y tenga ganas de vomitar la bilis de mi estómago: Snow. Sigue igual que siempre, sus labios hinchados y su rosa blanca recién cortada en la solapa.

Me levanto del suelo y camino hacía ellos, no me hace ninguna gracia que estén en el 12 después de todo el daño que ha causado a mi pueblo desde los bombardeos.

- ¿Qué hace aquí?- pregunto de manera brusca, Seneca me mira sorprendido por cómo le he hablado a su tan amado presidente.

- ¿Qué modo es este de tratar a viejos amigos?- dice Snow con un tono amistoso que hace que frunza el ceño.

- Usted lo ha dicho, amigos, cosa que no somos - miro a Seneca que anda observando la miseria de las personas de la Veta- ¿Le gusta lo que ve, Crane?

- No sabía nada de esto- dice con voz queda.

- Hay tantas cosas que vuestro querido presidente os oculta- murmullo y miro a Snow desafiante.

- Señorita Everdeen si tiene algo que decir, dígamelo en privado- el presidente camina en dirección de la alambrada- Señor Crane, quédese aquí. Creo que la señorita Everdeen no querrá perder su preciada vida.

Seneca se queda parado mirándome, lo miro con una ceja alzada y camino detrás de Snow.

- Lo que tenga que decir dígalo rápido- me dice nada más llegar al límite del bosque.

- No toleraré que le haga daño a mi familia, ya lo hizo una vez, no le voy a dejar que lo haga una segunda vez.

- ¿Eso es todo?- me mira entrecerrando sus pequeños ojos de serpiente.

- Sí, no sé porque le ha dicho a su vigilante jefe que se quedará al margen. Tarde o temprano se dará cuenta de cómo es usted- lo miro con profundo asco.

- Hasta entonces será mi perro más fiel- ríe cosa que hace que me estremezca.

- ¿Eso es para usted? ¿Una mascota? ¿Qué hará cuando se canse de él? ¿Lo convertirá en avox o lo matará?

- ¿Ha terminado ya de marearme, señorita Everdeen? - me pregunta mientras se acerca la rosa a la nariz y la huele.

- Contésteme.

- No está en posición de exigir nada- me da la espalda y camina hacía Seneca- Nos veremos querida señorita Everdeen- pulsa un botón y aparece la escalera de un aerodeslizador, ambos suben y me quedo sola mirando el sitio donde antes estaban.

Decido ir al bosque a pensar, siempre me ayuda. Acabo de pasar por la alambrada cuando un sonido hace que me quede quieta.



Delante de mí aparecen, no uno sino por lo menos veinte mutos, como los de mi primera arena. Antes de darme cuenta me encuentro corriendo de vuelta a mi casa con varios detrás de mí.